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Predicas Dominicales

Ganando las batallas

Hanssell Morúa 11 abril 2021 48


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La vida la podemos describir como una constante batalla. Así la vivió el rey David. El enfrentó desde pequeño a fieras salvajes por cuidar a las ovejas.
Sus hermanos lo menospreciaron.
A pesar de eso mató a Goliat.
Sirvió a Saúl como guerrero.
Sus padres lo olvidaron, sin embargo, Samuel, el profeta lo manda a llamar para ungirlo por rey. Pareciera que desde entonces se acentúan en su vida las batallas.
Saúl lo persigue a muerte porque le tenía envidia. Huye al campamento de los filisteos para que no lo encontraran y los príncipes de los filisteos no lo querían.
Tuvo un revés de codiciar la mujer de su prójimo, cometió adulterio, tuvo un hijo de esa relación, mandó a matar al esposo y el hijo muere.
Otro de sus hijos, Absalón, le quería quitar el trono y muere porque su general lo mata al desobedecer las órdenes que él mismo le había dado.
A pesar de todas las adversidades, David gana las batallas porque se mantuvo confiando en Dios y fue Él, quien escribe el Salmo 18.

Aprendamos algunos secretos de los primeros versículos para ganar las batallas de la vida.

Salmos 18:1-15
Reina-Valera 1960

“Te amo, oh Jehová, fortaleza mía.
2 Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
3 Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, Y seré salvo de mis enemigos.
4 Me rodearon ligaduras de muerte, Y torrentes de perversidad me atemorizaron.
5 Ligaduras del Seol me rodearon, me tendieron lazos de muerte.
6 En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios.
El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.
7 La tierra fue conmovida y tembló; Se conmovieron los cimientos de los montes,
Y se estremecieron, porque se indignó él.
8 Humo subió de su nariz,
Y de su boca fuego consumidor; carbones fueron por él encendidos.
9 Inclinó los cielos, y descendió; Y había densas tinieblas debajo de sus pies.
10 Cabalgó sobre un querubín, y voló; voló sobre las alas del viento.
11 Puso tinieblas por su escondedero, por cortina suya alrededor de sí;
Oscuridad de aguas, nubes de los cielos.
12 Por el resplandor de su presencia, sus nubes pasaron; granizo y carbones ardientes.
13 Tronó en los cielos Jehová, y el Altísimo dio su voz; granizo y carbones de fuego.
14 Envió sus saetas, y los dispersó; lanzó relámpagos, y los destruyó.
15 hEntonces aparecieron los abismos de las aguas,
Y quedaron al descubierto los cimientos del mundo,
A tu reprensión, oh Jehová,
Por el soplo del aliento de tu nariz.”

I. Acudir a Dios por su nombre.

A. En los primeros tres versículos, se apropia de los nombres de Dios para alabarlo y así ser librado de sus enemigos.
“fortaleza mía, roca mía, castillo mío, mi libertador, Dios mío, mi escudo, mi alto refugio, la fuerza de mi salvación.”

B. En los siguientes tres versículos se apropia de los nombres en su angustia para que Dios escuchara su clamor en sus propios oídos.

Invocar es activar un acuerdo de autoridad y clamar es imprimir la necesidad de urgencia, a través de un corazón que se desahoga con intensidad en su amado. Las experiencias angustiosas las describe como: ligaduras de muerte, torrente de perversidad y lazos de muerte.

C. Todos estos atributos los encierra Jesús quien tiene el título de Hijo de David.

Fue Jesús mismo quien acudió al socorro de David en todas sus batallas y le trajo la victoria. Es el mismo Jesús que quiere ayudarnos, pero necesitamos acudir a Él invocándolo, activando su poder en su Nombre y clamando en medio de nuestras angustias, imprimiendo nuestra vivencia en sus propios oídos.

II. Testificar su manifestación.

A. De los versículos 7-15 David describe la indignación de Dios y su manifestación en la tierra. Dios es quien hace justicia, David es testigo, espera en Él su manifestación y lo testifica a otros.

B. Las manifestaciones fueron:

Temblores de tierra: esto es cuando Dios trae transformaciones radicales. Es una labor de cambios de cimientos.

Humo de su nariz, fuego de su boca y carbones encendidos: la figura del fuego trae a sus hijos sanidad, avivamiento y a la vez a sus enemigos destrucción.

C. Trae la misma presencia de Dios a la tierra.

El mismo Señor descendió e hizo juicio con relámpagos, saetas y granizos, así destruye a sus enemigos.
El soplo del aliento de su nariz deja al descubierto los cimientos del mundo.

Conclusión:
La victoria la tiene siempre Dios. El apropiarnos de su nombre, invocándolo en alabanza nos libra de nuestros enemigos y clamando en nuestras angustias hace que Jesús mismo descienda con poder para dejar al descubierto los cimientos del mundo. Cada vez que oremos tengamos presente al Hijo de David, quien es misericordioso, nos hace justicia y nos libera de toda opresión.

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    Hanssell Morúa

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