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La inteligencia espiritual es entender la voluntad de Dios para mi vida. Jesús entendía claramente la voluntad del Padre celestial y vino a cumplirla aquí en la tierra. Él le enseño a sus discípulos cómo cumplir la voluntad del Padre. Es a través de la fe que recibimos al Espíritu Santo en nuestras vidas, así como los discípulos vivieron con Jesús, recibieron sus enseñanzas y fueron llenos del Espíritu Santo. Nosotros empezamos un camino espiritual cuando recibimos al Señor en nuestros corazones. Luego, necesitamos crecer espiritualmente a través de entender la Palabra de Dios para nuestra vida particular. El Espíritu Santo es nuestro tutor personal para entender su Palabra. Esa es la inteligencia espiritual.
Juan 8: 31
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;
32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?
34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre.
I-El proceso de la inteligencia espiritual.
A. Permanecer en la palabra.
La permanencia es algo constante. Jesús le dijo, a los que habían creído en Él, que necesitaban crecer alimentándose constantemente en la palabra con disciplina. Algunas de estas prácticas son la meditación, la memorización, la lectura y el estudio. El Espíritu Santo nos da inteligencia para poder entender, hacernos diestros, poder discernir entre lo bueno y lo malo, seguir instrucciones y nos da el poder para apartarnos para su propósito.
B. Conocer la verdad.
En esta etapa de la inteligencia empezamos a experimentar los principio del mundo espiritual. Empezamos a vivirla. Cosas maravillosas empiezan a acontecer, son experiencias del poder del amor de Dios en nuestras vidas. Es un poder que nos transforma, nos hace crecer y madurar en el plan maestro que Dios tiene para cada uno de sus hijos.
C.La verdad os hará libres.
Una forma de esclavitud es vivir engañado. El enemigo es el Padre de la mentira. Cuando permanecemos en la palabra, empezamos a internalizar la verdad que renueva nuestros pensamientos. Cuando nuestros pensamientos son renovados por la palabra se da una liberación. Podemos tener argumentos que son contrarios al plan de Dios para nuestra vida. Nosotros mismos podemos boicotear los buenos deseos que Dios ha puesto en nuestros corazones. Podemos desanimarnos, ser inconstantes, desenfocarnos y perder el norte. Sin embargo, de todo esto debemos y podemos sobreponernos. El conocer el poder de Dios nos trae libertad.
II El fruto de la inteligencia espiritual
A. La humildad. Contrario a la inteligencia de los judíos que respondieron con soberbia a Jesús. Ellos no reconocieron que necesitaban ser libres y que eran esclavos del pecado. Declararon que nunca habían sido esclavos, negado su propia historia de cuatrocientos años de esclavitud en Egipto. La soberbia nos hace creer nuestras propias mentiras. Esto es una tragedia de la humanidad de la cual Jesús nos quiere liberar. Como dice el dicho popular no hay peor ciego que el que no quiere ver.
B. Una auto imagen correcta.
Todos cometemos errores pero podemos madurar, crecer y cambiar. Somos hijos de Dios al recibir a Jesús en nuestros corazones por la fe y si permanecemos en su Palabra por medio del Espíritu Santo empezamos a transformarnos a imagen de Dios. La inteligencia espiritual nos hace entender que cometemos errores y que necesitamos ser libres de costumbres que nos esclavizan. Al asumir la responsabilidad de nuestras malas decisiones empezamos a discernir lo bueno y lo malo. Junto con ese discernimiento, recibimos instrucciones para poner en práctica, dándonos como resultado libertad para permanecer en su presencia.
En resumen, la inteligencia espiritual nos hace permanecer y entender su Palabra, para así poder experimentar una liberación que nos trae como fruto la humildad y madures como hijos de Dios.
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